Rafael Hortal, escritor

Rafael Hortal, escritor

GastroLiteratura

El Jardín de Epicuro

«La excéntrica ilustrada», de Álvaro Peña. Artista Plástico

«La excéntrica ilustrada», de Álvaro Peña. Artista Plástico

¿Quién era “Yudi Jaitakers”? Así es como se escuchó el nombre por los altavoces de una cafetería para que la clienta fuese a recoger su pedido. Todos miraron hacia el mostrador ante un apellido que sonaba a actriz extranjera. Ella recogió pausadamente su café para llevar, sabiéndose centro de todas las miradas. Al girar el cuerpo, su larga melena pelirroja flotó en el aire como a cámara lenta mientras cruzaba su mirada con el hombre sentado junto a la puerta, sonriéndole al pasar. Él la siguió con la mirada mientras cruzaba la Gran Vía de Murcia hasta entrar en el edificio de Hacienda. Esa noche no pudo dejar de pensar en ella ¿Qué tenía esa elegante mujer para atraerle de esa manera en sólo unos segundos? Al día siguiente volvió a la misma hora y esperó a que entrara. Se acercó a su mesa.

—Buenos días. ¿Puedo sentarme aquí? —le dijo inseguro.

—Claro que sí, Ulises —respondió ella con una espléndida sonrisa.

—¿Me conoces? —preguntó aturdido.

—Fuimos juntos al colegio, soy Ada. Sé que eres un famoso crítico gastronómico… y que ahora estás soltero, como yo.

—No puede ser… quiero decir que has cambiado totalmente.

Ulises recordó aquellos besos clandestinos en el patio del colegio y no pudo resistirse a recorrer su cuerpo con la mirada; entre la abertura del abrigo, unas esbeltas piernas cruzadas se escapaban de la minifalda. Tras ponerse al día sobre sus situaciones familiares y trabajos, hablaron de gastronomía:

—Leí en una crítica que uno de los mejores arroces que habías probado era el del restaurante Magoga, con arroz bomba de Calasparra.

—Sí. Por algo tiene una Estrella Michelín. Te invito a comer cuando quieras.

—De acuerdo, pero esta noche te invito yo en un lugar exclusivo que seguro que no conoces y te sorprenderá: “El jardín de Epicuro”.

—Epicuro. ¿El filósofo griego que hablaba del refinamiento del placer de la gastronomía?

—Sí. De todos los placeres. Era un gran hedonista, como yo… Además, soy pansexual. —Lo miró con picardía.

—¿Todos los placeres? Siempre tuve la certeza de que eras muy lista.

Esa misma noche fueron a una galería de arte que lucía una colección de dibujos eróticos de Apollonia Saintclair. “El jardín de Epicuro” era como llamaban a una cena clandestina a los que sólo tenían acceso los miembros de un selecto club del que Ada formaba parte. El sótano estaba iluminado por velas con olor a la vagina de Gwyneth Paltrow, como aseguraba un cartel; había ocho mesas, sonaba lo último de Sigur Rós, con ese sonido etéreo que creaba un agradable clima de intriga. Dos amables maîtres, un chico y una chica, nos sirvieron una copa de Moët & Chandon Ice. Iban muy elegantes, totalmente de negro con una pajarita al cuello, con chaqueta, sin camisa; él, con pantalones; ella, con minifalda. Indicaron a todos los comensales que debían elegir un primer plato solamente, que después volverían a tomar nota. Ulises eligió solomillo con salsa de trufa; y Ada, magret de pato. En la carta para elegir el segundo plato, leyeron: Felación con nata, Cunnilingus al zumo de fresa, Misionero sobre mesa, 69 andante, y una gran variedad de “recetas”. Pidieron un “Perrito anal sobre silla”. Los camareros comenzaron a desnudarse con el sugerente ritmo de Bajofondo Tango Club, dejándose sólo las pajaritas. Follaron amorosamente delante de ellos. Así lo siguieron haciendo cambiando de postura según el pedido de cada comensal. Eran unos profesionales del contorsionismo, que alternaron las posturas del Kamasutra con danza erótica. Algunos clientes se acercaron para ver mejor los gestos de placer de la chica, sus gemidos calentaron a todos. Después, una vez que recompusieron sus trajes, sirvieron el postre con una gran sonrisa de complicidad.

—¿Qué te ha parecido? ¿Te has quedado con hambre? —dijo Ada con picardía.

—Tengo el apetito muy elevado. ¿Vamos a tu casa o a la mía?

—Mejor al hotel de la esquina. —Le enseñó la llave.

No tardaron en abrazarse y besarse bajo el agua de la ducha, los besos pasionales no tenían nada que ver con los de la adolescencia, tan castos y experimentales. Ahora todo era excitación sin tabúes, sin miedos. Ella lo miraba con lujuria desde abajo mientras le hacía una felación y acariciaba su tórax. Ulises la levantó por los glúteos y la empotró contra los azulejos de la pared mientras la besaba.

—Ada, eres sorprendente.

—Pues no hemos terminado aún… Si deseas podemos seguir con mi amiga Lucía que nos espera en la cama.

—¡No me jodas!

—Ya te dije que no renuncio a ningún placer.

Tras las presentaciones de cortesía, Ada y Lucía se abrazaron y se besaron por todo el cuerpo mientras Ulises las contemplaba atónito hasta que lo arrastraron al centro de la cama, boca arriba, Lucía lo cabalgó y Ada le ofreció su sexo.

—¿Qué le parece esta degustación de cunnilingus a mi crítico favorito? —dijo riendo.

—Es el mejor conejo que he probado y con aroma a Ada. ¿O debo decir a “Yudi Jaitakers”? ¡Ja, ja, ja!

:PUBLICIDAD

Últimas colaboraciones

Monique en Murcia

Monique en Murcia

GASTROLITERATURA Monique en Murcia Por Rafael Hortal, escritor "La memoria del agua". Autor: Alvaro Peña Mi cabeza era una...