Rafael Hortal, escritor

Rafael Hortal, escritor

GastroLiteratura

ACERO BERILIO (Basado en hechos reales)

«La excéntrica ilustrada», de Álvaro Peña. Artista Plástico

«La excéntrica ilustrada», de Álvaro Peña. Artista Plástico

El capítulo de Juego de Tronos había terminado con la asombrosa habilidad que tienen los guionistas para dejar a los espectadores babeando, deseando saber cómo continuará esa historia de ficción; pero la realidad siempre supera a la ficción con sucesos increíbles, inesperados, a veces muy placenteros, como el que le sucedió a Penélope con Jaime, al que había conocido hace unos días en el restaurante “La Fragua de Vulcano”, durante una cena de amigos relacionados con la gastronomía, celebrando que la ciudad de Murcia había sido designada como “Capital gastronómica 2020”. Rodeados de las murallas y restos de baños islámicos de la Murcia del siglo XII, entre el calor de las brasas y los productos de primera calidad, Penélope y Jaime compartieron confidencias en estos tiempos en que ninguno de los dos tenía ya que dar explicaciones a nadie. Se lanzaron a contarse sus ajetreadas vidas; su gráfico vital parecía como una montaña rusa que a veces había descendido al inframundo.

Días posteriores continuaron con su buen rollo contándose sus confesiones por WhatsApp bajo los apodos de Lobo y la Rubia.

Lobo era crítico de cine, el apodo no era por El Lobo de Wall Street, sino por el señor lobo de Pulp Fiction, porque tenía soluciones para todo y resolvía cualquier problema. Lo llamó por teléfono:

—Te invito a cenar en la casa de la huerta.

—¿Habrá postre? —le dijo con el tono que ella conocía bien.

—Sí, paparajotes… déjate de tonterías, nuestro compromiso es de amistad y punto. Te recojo en media hora.

—No tardes que tengo hambre, mucha hambre ¡Auuuuuhhh! —bromeó.

Ella se presentó demasiado arreglada para ir a una casa de la huerta, al astuto lobo no le pasó desapercibido el perfume sobre el elegante vestidito. La vetusta y solitaria casa estaba rodeada de limoneros, la puerta con candados y cerrojos le trajo recuerdos cuando ella cerró por dentro.

—¿Has visto El Perro de Antonio Isasi, basada en la novela de Vázquez-Figueroa?

—No, cuéntame.

—Trata sobre un fugitivo y un perro que lo persigue como analogía de un dictador. Cuando él echa lentamente el cerrojo cilíndrico como ese, el espectador intuye que vendrá un polvo salvaje.

—Lobo, olvídate, por muy caliente que tengas tu cerrojo no lo meterás en mi cerradura, ¡ja, ja, ja! Vamos a cenar. Enciende las brasas. En el frigorífico hay salchichas, tocinos, lomo y morcillas de la matanza.

Lobo se fijó en la típica decoración de platos con estampas huertanas, la jarra de la novia, un botijo pintado y una gran espada sobre la pared. Se acercó a la Rubia por detrás mientras estaba cortando jamón y le cambió el cuchillo por la espada.

—Podríamos cortar el jamón entre los dos con esta espada, como si fuéramos novios cortando la tarta nupcial.

—¡Ya no habrá más tartas! —Lobo se pegó a ella.

—¿Es la espada de Arturo o la de Juego de Tronos?

—Es de acero berilio, tan dura como tu móvil que estoy notando en mi culo, ja, ja, ja. No quiero que seamos follamigos, estamos bien así —dijo insegura y con acento de deseo. Él se separó de ella.

—¿Entonces, renuncias a una noche de pasión?

—Eres un cabrón, sabes que estoy chorreando. —Se lanzó a besarlo.

Lobo y la Rubia comenzaron a desnudarse uno al otro con efusión mientras no paraban de besarse. Le rompió las bragas de fina lencería generando una expectación morbosa, la tumbó en la robusta mesa donde antaño hacían la tradicional matanza del cerdo, y la hizo esperar en ese improvisado trono de morera, mientras ella le imploraba que la penetrase ya, pero Lobo se hizo de rogar, metió su pene en el frío cubalibre y se lo sirvió con el agradable dulzor. Cuando pudo hablar:

—¡Que cabrón! Me pones como una moto, nadie me había hecho estas cosas…

—¿Te gustan las experiencias? Eres una rubia muy cachonda.

Lobo pensó qué más podría hacer para sorprenderla. Se quitó la gruesa cadena que llevaba al cuello y se la introdujo mientras ella jadeaba de placer, el sumun fue cuando sacó la cadena eslabón a eslabón con pequeños golpecitos en el clítoris.

—¡Lobo, fóllame ya, por favor te lo suplico! —susurraba pidiendo compasión.

—¿Y seguiremos siendo amigos?

—Seremos lo que tú quieras, ¡Lobo salvaje, cabronazo!

Lobo fantaseó con la luna llena, a su memoria vinieron todas la películas de licántropos como Un hombre lobo americano en Londres, pero se quedó con el polvo pasional de El cartero siempre llama dos veces. Los gruesos tablones de la mesa chirriaron durante mucho tiempo, la pasión y la fuerza de las acometidas casi la rompen. Ella se mordía la mano para no gritar.

—Grita, disfruta. Aquí sólo te escuchan las gallinas, estamos rodeados de árboles. Siente el placer gritando fuerte, eso me excitará más.

Lobo echó mano al plato de jamón y le ofreció comer a la rubia mientras él untaba sus pechos con la grasa del jamón y los lamía.

—¿Sabes qué es el umami? Es el sabor que más placer provoca… el jamón curado contiene los aminoácidos del glutamato, las papilas gustativas le envían una señal al cerebro que la traduce como delicia.

—Ahora no estoy para pensar en nada ¡sigue, sigue! —dijo gritando con cara de felicidad.

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